El pasado viernes el ejecutivo español dio luz verde al borrador de ley de protección animal. Pese a ello, a éste le queda todavía un largo recorrido para poder ostentar rango de ley y, como tal, poder ser publicada en el BOE. Si así fuese, y este borrador superase con éxito todo el proceso legislativo (sin modificaciones) supondría, entre otros, el fin del sector terrariófilo y también pondría en jaque al bienestar de sus especies protagonistas.
Porque una ley (como la propuesta por el actual gobierno español) que eliminase el comercio de animales en tiendas y que también prohibiese, o limitase a mínimos, la cría y tenencia en cautividad de animales exóticos, no daría ninguna posibilidad a los comercios especializados en dicha fauna y, por consiguiente, todos se verían obligados a bajar la persiana. Cabe destacar que la incertidumbre que genera este (todavía) anteproyecto ya está poniendo contra las cuerdas a los puntos de venta terrariófilos.
Pero no serían los únicos damnificados. Mayoristas de fauna, criadores y comerciantes de alimento, fabricantes y distribuidores de productos, veterinarios de animales exóticos, editoriales bibliográficas y los puestos de trabajo que éstos generan de manera indirecta estarían también en vías de extinción. Porque nadie en su sano juicio estaría dispuesto a seguir apostando por un sector que tiene los días contados.
La entrada en vigor de una ley de estas características también repercutiría negativamente en la fauna “exótica” cautiva. Cabe destacar que una de las principales promotoras del listado positivo, Marta Merchán (AAP Primadomus), reconocía en una reciente entrevista con Avafes Nacional, que en países donde se habían implementado estos listados se había registrado un incremento del abandono de fauna exótica en el medio natural.
Es cierto que esos actos, en ningún caso, deberían de ser una opción y que los terrariófilos podrían “regularizar” y seguir manteniendo (con condiciones) en sus hogares a los animales que se viesen afectados por una nueva legislación. Pero cabe la posibilidad de que muchos de ellos prefieran deshacerse de los anteriores (en centros de recuperación) a seguir manteniéndolos. Ya que para lo segundo tendrían que demostrar la legitimidad de sus animales frente a unas autoridades que de forma sistemática han vinculado a la terrariofilia con el tráfico ilegal de especies y la falsedad documental.
Serán muchos los animales que se verán afectados por esta, más que probable, ley. Según datos recogidos por la Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía (ANFAAC) en España hay más de dos millones de reptiles “exóticos” cautivos. Así que esperemos que un (entendible) temor de unos aficionados hacia posibles sanciones de una administración, que ha demostrado su animadversión hacia ellos, al (des) calificarles como “mascotismo de exóticos”, no sature los centros de recuperación y ponga en jaque el actual bienestar de reptiles y anfibios exóticos.
“Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa”. Este principio básico (Montesquieu) debería de sonrojar a quienes por mera antipatía hacia un sector concreto dejarían (sino detienen o modifican su anteproyecto de ley) sin trabajo a miles de personas y en una situación sin precedentes a millones de animales. La terrariofilia sí requiere de una mejor legislación, sus propios activos lo afirman. Pero ésta, para ser justa, no debe de estar redactada desde la animadversión sino a partir de la realidad de un sector, que nada tiene que ver con mercados húmedos, «mascotismos de exóticos» o con una fauna letal.