Durante los años 80 y principios de los ‘90 la infraestructura y los conocimientos relacionados con el cautiverio de herpetos eran escasos e incompletos, pese a ello se vendieron innumerables especies de anfibios y reptiles en España sin importar demasiado su bienestar. Todo valía entonces, hasta que en 1995 apareció Reptilia. Una revista bimestral dedicada en exclusiva al mantenimiento en cautividad de reptiles, anfibios y artrópodos que fue capaz de revertir aquel panorama desalentador; introduciendo la terrariofilia y luchando contra tenencias irresponsables de fauna exótica en España.
El auge de la bibliografía (impulsado por la diversificación de Reptilia) y los encuentros didácticos presenciales y virtuales que tuvieron lugar a mediados del 2000, situaron al mantenimiento en cautividad de reptiles y anfibios en su época dorada. Un periodo marcado por numerosos vínculos entre aficionados, la proliferación de ferias y comercios especializados y una cría en cautividad extendida incluso entre los aficionados nóveles.
La introducción y el crecimiento de la terrariofilia se habían materializado con éxito y tan solo cabía esperar su madurez.

Aquella rápida transición de la escasez a la abundancia tuvo consecuencias negativas en los años venideros. Los terrariófilos habían convertido sus hogares en reptilarios difíciles de mantener y disfrutar. Las ferias nacionales (Expoterraria) comenzaron a ser el blanco de todo tipo de críticas. Los comercios especializados tuvieron que lidiar con una inesperada competencia; La compraventa entre particulares. Y los pilares informacionales (Reptilia y foros virtuales) dejaron de ser una prioridad para los aficionados. El hartazgo y una crisis económica, que se eternizaba en España, habían alterado el ciclo de vida de la herpetocultura española robándole su madurez.
Con unas bases debilitadas, sin liderazgos claros y un colectivo fragmentado la terrariofilia comenzó su declive en 2015. Una etapa protagonizada por el desconcierto del colectivo y por el rearme de movimientos antagónicos a la cautividad de especies. Existían entonces resquicios de “afición”; en contadas RR.SS, comercios y asociaciones. Pero el coraje de unos pocos no iba a ser suficiente para contener a unos oponentes fuertes y organizados. En 2018, tras un serial de informaciones contrarias a su existencia, la terrariofilia comenzó un vía crucis que se alargaría hasta el presente. Reales decretos, borradores de leyes y listados positivos siguen hoy amenazando la continuidad del mantenimiento en cautividad de reptiles y anfibios.
Si en el pasado los excesos y una crisis económica habían noqueado a la herpetocultura Española, en la actualidad las adversidades y una pandemia parecen haberla revitalizado. Los comercios, las asociaciones, la bibliografía, las ferias y los grupos de debate virtuales han vuelto a reforzar las bases de un colectivo que ha vuelto a reencontrarse con su afición. El crecimiento de la terrariofilia vuelve a ser un hecho, tan solo queda mantenerlo en el tiempo para alcanzar su madurez. Sin la fortaleza, la unidad y los liderazgos propios de una afición madura la terrariofilia no podrá hacer oposición a quienes amenazan su continuidad, unas poderosas amenazas externas que han llegado para quedarse.