Malayopython timorensis es una especie endémica de la isla de Flores (Indonesia). Dispone de una talla media, llegando a alcanzar 200 centímetros las hembras adultas, y presenta un atractivo patrón de color verde – marrón; visible únicamente en la parte anterior de su cuerpo. Es una serpiente de carácter nervioso (no agresiva), ágil y rápida.
Suele vivir en bosques y prados con bastante vegetación y sus poblaciones silvestres se alimentan a base de pájaros y roedores, acordes a su tamaño. En cautividad son muy buenas comedoras.
El inicio de mi experiencia con esta especie se remonta al 25 de julio de 2005, cuando adquirí en España una pareja nacida en cautividad en Alemania.

Alojamiento.
Durante los primeros años las mantuve separadas, alimentándolas cada 15 días. Opté por terrarios pequeños tras observar que al estar los ejemplares en terrarios grandes eran más esquivos, se estresaban más y no se alimentaban correctamente. Una vez estuvieron en terrarios de menor tamaño, con bastantes refugios, empezaron a comer y a tranquilizarse.
De jóvenes rara vez usaban la parte alta del terrario y preferían la zona baja. Ahora, siendo adultas, utilizan mucho más las ramas y sus escondites están situados en la zona alta.

En el presente, mantengo a los ejemplares (ya adultos) en dos terrarios contiguos de 75 cm de ancho, 90 cm de largo y 150 cm de alto cada uno, comunicados por una ventana que permite que la pareja esté junta o separada según la temporada.
Como sustrato suelo utilizar fibra de coco y turba rubia mezcladas. Sus instalaciones disponen también de perchas de madera y de un recipiente con agua lo suficientemente grande para que puedan introducirse, aunque rara vez lo hacen.
Inicialmente decoré los terrarios con más elementos naturales, pero los animales parecían no adaptarse por completo, rechazaban alimentarse de manera recurrente. Durante su uso hubo presencia de ácaros, que finalmente pude subsanar con ivermectrina.
Los neonatos están alojados en terrarios pequeños de 25 cm x 30 cm x 20 cm (ancho, largo, alto) con un sustrato de papel absorbente, perchas (que rara vez utilizan) y un recipiente con agua; que aprovechan para darse baños.
Parámetros.
En mis instalaciones simulo 2 estaciones.
De abril a septiembre mantengo a mis ejemplares a 31 grados centígrados durante el día y 29 grados nocturnos. Durante este periodo disponen de 12 horas de luz y pulverizo sus terrarios dos o tres veces por semana.
De octubre a abril el fotoperiodo se reduce a 8h de luz y sus temperaturas a 22 – 21 grados diurnos y 18 nocturnos. Durante estos meses pulverizo sus terrarios 2 veces al día cada 2 días.
Alimentación.
De abril a septiembre el macho adulto es alimentado cada 15 días con una rata de 250 – 300 gramos. Y a la hembra, también de abril a septiembre, cada 20 días; ofreciéndole 2 ratas también adultas. Después de la cópula ofrezco una sola rata de 200 gramos cada 15 días.
En invierno (septiembre – abril) ambos ejemplares siguen alimentándose pero con ratas más pequeñas (150 -200 gramos), cada 30 días y no siempre aceptan alimento.

En cuanto a las crías, inicié su alimentación transcurridas 3 semanas desde su eclosión, utilizando como presa una cría de rata de una semana de edad. Después las alimenté cada 7 días alternando las anteriores presas con ratón mediano. Todas mis crías se alimentaron correctamente y rara vez rechazaron a sus presas.
Alimento a todos mis animales con presas congeladas.
Muda.
Las crías a los 12 días de nacer realizaron su primera muda, proceso que se repitió cada 20 días aproximadamente.
Los adultos suelen mudar cada 2 meses, pero no es un patrón constante ya que este proceso depende de su alimentación.
Manejo.
Mis ejemplares adultos son nerviosos, especialmente la hembra si su manipulación no es suave. Pese a no ser manipulados con frecuencia nunca han intentado morder, por el contrario sí defecan en ocasiones durante este proceso. Las crías desde el primer día han sido animales muy nobles que no han mordido ni defecado durante su manejo (hechos comunes en esta especie). Cabe destacar que sí son animales muy agiles y rápidos.

Cría en cautividad.
Su cría en cautividad no es tarea fácil. Pese a haber conseguido criar con éxito otras especies de reptiles, la reproducción de Malayopython timorensis ha sido uno de los retos que más quebraderos de cabeza me ha traído.
Han sido años de pruebas e inventivas que finalmente dieron buenos resultados. A continuación, mencionaré de manera cronológica los acontecimientos que fueron sucediendo hasta la eclosión de las crías.
Hasta el año 2012 mantuve a la pareja con los siguientes parámetros: 31 grados diurnos, 29 grados nocturnos y una o dos pulverizaciones a la semana durante los meses de abril a septiembre. De octubre a marzo la temperatura diurna fue de 25 grados, la nocturna de 23 y las pulverizaciones tenían lugar 3 o 4 días a la semana.
Durante ese periodo, en el año 2011, tuvo lugar su primera cópula. Fue una alegría para mí pero no fue exitosa. Las cópulas se repitieron los siguientes años también sin éxito.
En 2013 las ubiqué en una habitación más tranquila, en unos terrarios nuevos. Momento que aproveché para variar los parámetros utilizados hasta entonces. Mantuve los mismos en el periodo cálido (abril – septiembre): 31 grados diurnos, 29 nocturnos con una o dos pulverizaciones a la semana. Pero modifiqué los del invierno (octubre – marzo) aportando una temperatura diurna de 22 grados, nocturna de 18 grados y pulverizando el terrario cada dos días.
Tras los anteriores cambios POR FIN observé una nueva cópula, el día 16 de abril de 2015, y otra más dos días después. El 10 de mayo las separé y coloqué una caja nido (de 45cm x 45cm x 25 cm) en el interior del terrario a 31 grados.

El día 21 de mayo la hembra ya mostraba un gran abultamiento en la zona media del abdomen (ovulación). Durante este tiempo siguió alimentándose de forma normal pero con presas de menor tamaño.
Los siguientes días observé que la hembra se colocaba cada vez más a menudo con la barriga hacia arriba y cada vez salía menos de la caja nido y dejó de alimentarse del todo.
El día 25 de junio tuvo lugar la muda pre puesta y pasó a estar todo el día en la caja nido, saliendo únicamente a beber de vez en cuando.
Finalmente, el día 17 de julio realizó una puesta de 9 huevos perfectos, con un peso conjunto (no pude separarlos) de 1,100 gramos. Dos días después se podían observar vasos sanguíneos a trasluz, señal de que eran todos fértiles.
Los introduje en un tupper de plástico con perlita húmeda, relación 1/1 y una reja para que no estuviera en contacto directo con los huevos, y los puse en la incubadora a 32 grados centígrados con una humedad de casi el 85 %.

A las dos semanas de incubación, uno de los huevos (que estaba en contacto con la perlita) se echó a perder; lo vacié y separé del resto. Los días siguientes un par de huevos presentaron moho, los cuales limpié (durante tres días) con un paño seco y polvo de carbón activo. Después de esta operación no volvió a aparecer moho.
Tras 5 semanas de incubación, y tras corregir un problema de temperatura debido a un fallo del termostato (oscilaba de 30 grados a 32), pude observar con la ayuda de una linterna el movimiento de los embriones.
En la séptima semana el embrión tuvo un crecimiento muy notable, pasando a ocupar más de 3/4 partes del huevo, y a finales de la séptima semana empezaron a arrugarse los huevos.
El día 15 de septiembre de 2015 llego el gran día. Tras 60 días de incubación asomó la cabeza la primera cría y poco después (durante el mismo día) el resto. Estuvieron en el interior del huevo dos días y al tercero empezaron a abandonarlos un total de 8 perfectas mini timorensis, de 54 – 57 cm con un peso de 65gr -76 gr.

Tras su eclosión las traslade a tuppers de plástico individuales, con papel de cocina y un bebedero. Seguí manteniendo a las crías a 31 grados centígrados y les ofrecí sus primeras presas a las tres semanas de su eclosión; con las presas y frecuencia descritas en el apartado de alimentación.
Durante el siguiente año (2016) mantuve los mismos parámetros de temperatura, humedad y fotoperiodo en sus terrarios. Pese a ello, las cópulas se retrasaron un mes (en relación al año anterior). El macho sí se mostró mucho más activo sexualmente pero a la hembra le costó más entrar en celo.
En 2016 la puesta fue de 10 huevos. Todos perfectos menos 3, que se estropearon el primer día por estar en contacto con la perlita húmeda. Al cuarto día otro comenzó a presentar moho, pero volví a utilizar carbón activo para filtros de acuarios (haciéndolo polvo y frotándolo contra la zona enmohecida durante 3 días). Método que, una vez más, me dio muy buenos resultados ya que el moho desapareció.
A los 59 días de incubación (a 31.5 C), rompió el huevo la primera de las 7 crías, ese mismo día también lo hizo el resto y 4 días después todas habían abandonado el interior del huevo.
Seguí criando a la especie en temporadas siguientes. Siempre leí que las crías de estas pitones eran muy ariscas y mordían con facilidad. Pese a ello, de todas las crías que han nacido en nuestras instalaciones ninguna ha intentado morder. Quizás tenga algo que ver que mis hijas y yo dejamos alguna pieza de ropa pequeña cerca de los huevos y una vez eclosionados les acercamos las manos y dejamos que nos huelan. Quizás sea una tontería pero con este “método” nuestras crías jamás han intentado morder.

Espero que mi experiencia con Malayopython timoriensis (que no deja de ser la de un aficionado tozudo) os pueda ser de ayuda y anime a aumentar la cría en cautividad de esta especie.