A finales de los años 60, se observaron por primera vez señales de lo que parecía ser una enfermedad neurológica de origen desconocido, que afectaba a boas y pitones de diferentes colecciones zoológicas en los Estados Unidos, y que causaba la muerte de las mismas de forma inevitable.
Fue en el año 1970 cuando se reportó por primera vez la enfermedad de cuerpos de inclusión (IBD por sus siglas en inglés), siendo la primera serpiente diagnosticada una pitón Birmana (Python bivittatus). A partir de allí, fueron reportados casos en otras especies en diversos países, como Estados Unidos, España, Alemania, Bélgica, Suecia, Holanda, China, Malasia…. Y más recientemente en Panamá (en el año 2020).
Algunos autores mencionan a la pitón birmana como la especie más afectada en las décadas de los 70 y 80, pero, en los años 90, comenzó a diagnosticarse más la enfermedad en la especie Boa constrictor imperator. No se conoce la causa de este cambio en la epidemiología de la enfermedad.
Actualmente, se encuentra reportada en animales en cautiverio de muchos países del mundo, se siguen observando casos y es considerada la enfermedad más importante en serpientes de las familias Boidae y Pythonidae, siendo susceptibles en mayor o menor medida todas las especies pertenecientes a estas familias, incluso existen reportes aislados de una enfermedad con las mismas características en serpientes del género Lampropeltis y Bothriechis.
Se ha sugerido la enfermedad en poblaciones silvestres, pero al ser una enfermedad que afecta principalmente a criadores y grandes colecciones, ha producido grandes pérdidas económicas y un gran número de ejemplares muertos a lo largo de los años.
En un inicio se pensó que la enfermedad podía ser causada por un prión (como el que produce la enfermedad de las vacas locas), pero se ha logrado determinar que es de origen viral, el tipo de virus ha sido motivo de múltiples investigaciones y debate hasta nuestros días aunque ya se ha confirmado a un Arenavirus (Reptarenavirus especificamente) como agente causal.
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El nombre de la enfermedad viene dado por su principal característica, la presencia de cuerpos de inclusión dentro de las células sanguíneas y epiteliales de vísceras y neuronas del sistema nervioso central. Los signos clínicos asociados al sistema nervioso central se describen con mayor frecuencia por ser los más evidentes y suelen ser más agudos en pitones, como la tortícolis, parálisis flácida, desorientación y opistótonos. Sin embargo, los animales afectados pueden desarrollar también signos inespecíficos, como anorexia y regurgitación (más frecuente en boas), neumonía, lesiones en la piel, neoplasias y estomatitis, los pacientes suelen morir por causa de infecciones secundarias por bacterias, hongos o protozoarios.
Ninguno de estos síntomas mencionados se considera exclusivo de la enfermedad, y un dato de gran importancia es que existe un porcentaje de animales infectados que son totalmente asintomáticos, lo que dificulta el diagnóstico. Esto último se observa principalmente en Boa c. imperator, siendo portadores asintomáticos del virus un 86% de las boas infectadas (estos animales pueden transmitir el virus mientras son asintomáticos).

Izquierda, Paciente Boa c. imperator positivo a IBD com estomatitis ulcerativa. Derecha, Acaro Ophionyssus natricis encontrado en paciente positivo a IBD, 40x.
Esta enfermedad es progresiva y no tiene cura, en ocasiones los animales que presentan síntomas pueden recibir tratamiento veterinario basado en terapias de soporte que incluye fluidoterapia, soporte nutricional y antibióticos, logrando mejorar o mantener su calidad de vida por un tiempo, aunque estas medidas no cambian el desenlace fatal que tiene esta enfermedad.
Para evitar la propagación del virus al resto de animales de la colección y para evitar el sufrimiento del animal, en especial cuando comienzan los signos neurológicos y las infecciones secundarias, lo más recomendable suele ser practicar la eutanasia, siempre por un veterinario y bajo las condiciones adecuadas.
Hasta el momento, se sabe con seguridad que se transmite por contacto directo con un animal infectado, fómites, y ha sido sugerida la transmisión sexual. Hay informes anecdóticos de transmisión de madre a crías en pitones, en boas es difícil determinar si la infección en crías recién nacidas ocurre antes del nacimiento o justo después de nacer por contacto directo con la madre.
El ácaro Ophionyssus natricis, ha sido reportado como un problema común en colecciones afectadas por IBD, por lo que muchos lo consideran un vector del virus. La enfermedad se propaga rápidamente entre las serpientes, pero se ha visto que la propagación es más rápida cuando existe una infestación concomitante por este ácaro.
La IBD generalmente se diagnostica con microscopía óptica evaluando frotis sanguíneos o tejido de diferentes órganos, siendo ésta la prueba “Gold standard”. La presencia de los cuerpos de inclusión característicos es diagnóstico de la enfermedad, sin embargo la ausencia de inclusiones no significa necesariamente que la serpiente esté libre de IBD.

A la izquierda se observa cuerpo de inclusión en célula sanguínea (Flecha negra), a la derecha múltiples cuerpos de inclusión en células hepáticas (Flechas negras).
En la actualidad, se han optimizado algunas pruebas como las de PCR, las cuales han sido utilizadas con éxito para la detección del virus, sin embargo por tratarse de un virus de ARN con gran variabilidad genética ha sido difícil establecer pruebas de PCR fiables internacionalmente y a largo plazo. También se han utilizado otras técnicas, como la microscopía electrónica, en la que se evalúa el tamaño y la forma de las inclusiones, además de pruebas inmunohistoquímicas, las cuales se siguen desarrollando.
Podemos tomar medidas que disminuyan el riesgo de introducir o propagar la enfermedad. Para ello, es importante llevar registros adecuados, áreas de cuarentena, tener planes sanitarios anuales que idealmente incluyan el despiste de la enfermedad (al menos en animales nuevos) y realizar / solicitar la necropsia a todo animal de la colección que muera. Todo esto llevado a cabo por un veterinario con conocimientos sobre la especie y sus patologías, además es importante garantizar que todo animal haya sido adquirido solo de establecimientos con estas mismas medidas, y con buenas referencias sanitarias.
Es importante mantener la colección libre de ectoparásitos, específicamente del Ophionyssus natricis, por medio de desparasitaciones periódicas.
Los animales que ingresan a una colección deben pasar por un periodo de cuarentena; sin embargo, esta enfermedad puede tener un tiempo de latencia de más de un año, lo que dificulta este proceso, razón por la que se recomienda un periodo mayor, que puede ser de un mínimo de seis meses hasta un año. Las serpientes que muestran signos clínicos de enfermedad, como anorexia y pérdida de peso, nunca deben incorporarse a una colección establecida. Solo animales libres de ácaros, con buen apetito y excelente condición corporal deben ingresar después de que finalice el período de cuarentena
Ver una sola serpiente IBD positiva en una colección es poco común. Típicamente, donde hay un caso de IBD hay otros presentes. Los casos subclínicos son comunes y desafortunadamente, como ya se ha mencionado, no hay tratamiento disponible contra esta enfermedad
Una reacción adecuada, en caso de presentación de la enfermedad es evaluar a todos los animales susceptibles dentro de la colección por medio de frotis sanguíneos, citologías o biopsias para intentar confirmar un diagnóstico. Las serpientes que muestran signos de IBD deben salir inmediatamente de la colección principal y se deben colocar en una habitación separada, aunque lo más recomendable una vez confirmado el diagnostico, es practicar la eutanasia y enviar para necropsia y/o realizar una evaluación microscópica de los tejidos seleccionados.
Los recintos de animales enfermos o muertos deben desinfectarse con cloro de uso doméstico y dejar secar a la luz del sol durante unos días, esta enfermedad se puede transmitir también por fómites, por lo que los diferentes accesorios dentro del terrario podrían transmitir la enfermedad. Debemos prestar especial atención a esto ya que un descuido como intercambiar el cuenco de agua de un terrario para otro (en un día de limpieza) podría pasar la enfermedad de un animal a otro, lo mismo con ramas, cuevas, el paño con el que limpies los vidrios, la rata que dejaste dentro de un terrario y que el animal no comió por lo que decides usarla para otro animal, e incluso si utilizas un gancho para ayudarte a sujetar una serpiente se vuelve una potencial fuente de contagio si dicho animal tiene la enfermedad.
Cada animal debería idealmente mantener sus propios accesorios y estos no deben ser intercambiados al menos no sin antes desinfectarlos. En caso de pacientes con sospecha de presentar IBD o con diagnóstico confirmado, ningún objeto dentro del terrario o que haya tenido contacto con la serpiente deberá ser utilizado nuevamente por otro animal, lo mejor será descartarlos.
El veterinario debe considerar como diagnóstico diferencial la enfermedad de cuerpos de inclusión (IBD) en todos los ejemplares de especies susceptibles que presenten síntomas neurológicos o inespecíficos.