Terrario tecnia estuvo presente en la exposición de motivos de la pasada manifestación en contra de la ley de bienestar animal y este fue su mensaje.
En primer lugar me gustaría agradeceros a todos los colectivos aquí presentes vuestra asistencia y poner en valor vuestra labor (la de particulares, pequeños comercios, asociaciones y federaciones) ya que habéis conseguido, pese a contar con pocos recursos, trasladar nuestro mensaje mucho más allá de las fronteras de nuestras aficiones. Y lo habéis conseguido de manera altruista y generando oposición al movimiento animalista radical y ultra financiado, que desconoce y tergiversa nuestra convivencia con los animales y que insulta, humilla, acosa y trata de ridiculizar públicamente a quienes les lleven la contraria.
Qué difícil es defender la terrariofilia y no porque sus aficionados no sean ejemplares, que lo son, sino porque sus protagonistas son reptiles y anfibios y existe un desconocimiento general y absoluto sobre estos seres vivos. Y los miedos infundados y las percepciones erróneas han sido aprovechados por los impulsores de esta ley, para hacer creer que los animales de terrario son un peligro público.
No dispongo del tiempo suficiente en esta exposición de motivos para intentar desmitificar a esta fauna, pero si me gustaría hacer saber que más del 85% de los reptiles de todo el mundo no entrañan riesgo alguno para la integridad de los seres humanos y que las protagonistas de la terrariofilia son especies y subespecies de talla media, nacidas en cautividad y completamente inofensivas. Animales que, a su vez, provienen de un mercado lícito de especies amparado por el convenio internacional CITES, del que España es parte desde 1986.
En nuestro país se estiman 1,5 millones de terrarios (según la Federación Europea de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía; FEDIAF) y los accidentes ocasionados por el mantenimiento en cautividad de reptiles y anfibios han sido y siguen siendo anecdóticos. Accidentes que sí son frecuentes con fauna doméstica y domesticada.
Los terrariófilos, aunque algunos se empeñan en afirmar lo contrario, conforman un colectivo informado. Su afición parte de un minucioso estudio previo, que a posteriori se convierte en una formación continuada. Formación que es posible gracias a un extenso soporte bibliográfico, al contenido didáctico compartido en foros presenciales y virtuales, al conocimiento técnico y científico de veterinarios especializados y de asociaciones herpetológicas y, como no, gracias al asesoramientos de expertos comerciantes. Activos que permiten a los aficionados a la terrariofilia conocer con detalle la historia natural y la biología de infinitas especies y también los éxitos, la técnica y los valores de otros miembros de su colectivo.
El objetivo de la terrariofilia no es coleccionar especies sino contemplar, disfrutar y aprender de sus comportamientos. Y para que así sea, sus aficionados aportan a sus ejemplares espacios enriquecidos donde éstos pueden llevar a cabo sus formas innatas de comportamiento. Proporcionan una dieta equilibrada, variada y adecuada a cada especie (en cantidad y frecuencia suficiente). Previenen (mediante su observación diaria) posibles problemas de salud. Permiten a sus ejemplares la posibilidad de interaccionar con otros individuos de la misma especie. Habitúan progresivamente a los animales a su manejo y mantienen sus instalaciones en condiciones higiénico-sanitarias adecuadas.
Y no. La terrariofilia tampoco tiene nada que ver con “mascotismos” de animales exóticos, los que pretenden la compañía y el afecto de sus mascotas son otros. La terrariofilia es una herramienta didáctica, un medio de comunicación, que ha enriquecido a sus aficionados y que ha conseguido popularizar la biología de reptiles y anfibios; haciendo oposición al sensacionalismo de los medios de comunicación tradicionales y a los erróneos argumentos utilizados por entidades de protección animal.
Una herramienta que además ha servido a la ciencia ya que su conocimiento, su técnica y sus infraestructuras han sido utilizados en programas de conservación ex situ de especies. Programas que, entre otras, han permitido salvaguardar especies endémicas españolas como el lagarto gigante de la gomera (Gallotia bravoana), el tritón del montseny (Calotriton arnoldi) y el sapillo balear (Alytes muletensis).
Entonces, es inconcebible que una ley que pretende promover la tenencia y convivencia responsable con los animales, y luchar contra su abandono, elimine de un plumazo a un colectivo informado, que satisface con creces el principio de las cinco libertades del bienestar animal, y que lo haga, además, incluyendo un listado positivo de especies que, según una de sus entidades impulsoras en España (FAADA), supuso un repunte de abandonos en los pocos países donde ha sido implantado; por el desconocimiento de la norma y por el miedo de sus propietarios a posibles sanciones.
Cabe destacar, que ese miedo está más que presente entre los terrariófilos españoles, por la incertidumbre que ha generado este todavía Anteproyecto de Ley, por la ineficacia de la autoridad competente en la emisión de certificados CITES (denunciada por asociaciones, profesionales y aficionados) y por exagerados despliegues policiales llevados a cabo en ferias terrariófilas nacionales, en los que acabaron siendo decomisados ejemplares que ni forman parte, ni son de interés para el tráfico ilícito de especies.
Este listado positivo incluido a petición de entidades de protección animal afines al movimiento animalista (FAAD, ANDA y AAP Primadomus), y con un evidente desapego al ámbito científico, no cuenta con el respaldo de la unión europea, fue rechazado el pasado 24 de mayo por el Consejo de Agricultura y Pesca de la UE (AGRIFISH), y además dejaría a nuestro país al margen de la CITES (formada por 183 países), al quedar fuera de este listado las especies silvestres protegidas por los tratados internacionales ratificados por España.
El comercio regulado que ampara la CITES (La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres), ha permitido durante décadas una mayor conservación de las especies silvestres y de sus hábitats y ha generado medios de subsistencia a las comunidades rurales y a las economías nacionales tal y como indica el informe presentado durante la 19ª Conferencia de las Partes. Motivos por los que entidades de renombre, como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), hacen especial hincapié en la necesidad de incentivar un comercio legal, facilitando el cumplimiento de las regulaciones CITES. Unas Recomendaciones que, desgraciadamente, contrastan con las restricciones establecidas en el articulado de este texto legal y con las praxis de la autoridad administrativa y órgano de gestión del Convenio CITES en España (MITECO).
También parece inconcebible prohibir por ley, a los no profesionales, la cría de sus especies cautivas. El cortejo, la cópula o el cuidado parental (entre otros comportamientos o estrategias reproductivas) enriquecen la vida de los ejemplares silvestres y cautivos. Por ello, impedir esta función vital no parece ser consecuente con una ley que pretende incentivar el bienestar animal. Restricción que además restaría sentido y funcionalidad a la terrariofilia.
En conclusión, la entrada en vigor de esta ley repercutiría negativamente en la calidad de vida de millones de reptiles y anfibios cautivos, fomentaría un mercado ilícito de especies, incrementaría el número de abandonos, dejaría a España fuera de un tratado internacional que vela por la conservación de especies y hábitats y dejaría sin empleo a cientos de miles de trabajadores de este y otros colectivos relacionados con la tenencia en cautividad de fauna doméstica y exótica.
Motivos, por los que los terrariófilos exigimos la redacción de un nuevo texto, que sí mejore el bienestar y la protección de los animales y que cuente con la opinión y la participación de expertos y sectores afectados. Y desearíamos también la existencia de un listado positivo, pero no de especies, sino de perfiles profesionales que sí puedan liderar una Dirección General de Derechos de los Animales. El bienestar y la protección de la fauna no pueden volver a recaer en manos de personas afines a las bellas artes, sino en las de profesionales especialmente capacitados en el ámbito del comportamiento, la